domingo, 16 de enero de 2011

¿Lealtad?


Esta breve historia la comenzaré diciendo que María de los Ángeles tenía apenas tres años. Recién me había separado y era la primera vez que nos veíamos después de nuestro primer distanciamento. Para mí fue terrible y supongo que para ella lo mismo.

Me llamó la atención que cuando jugaba con su hermana y se refería a mí lo hacía llamándome "Papá". Hasta aquí nada de extraño. Lo extraño era que cuando hablaba conmigo sólo me decía "Usted", pero aquí viene lo mágico:
En cierta oportunidad de aquella visita su hermana, que a la sazón sólo tenía unos dos añitos, me habló diciéndome "Tío". No se imaginan lo que eso me dolió. Prueba evidente de que su madre se estaba esforzando porque me olvidaran. En fin.
Ángeles corrige a su hermana diciéndole:
-No Panchita, él no es un tío.
Intervengo, y le digo:
-¿Ah, siiï? Entonces si no soy un tío, ¿qué soy de usted?
Ángeles baja la vista, se sonroja, y no levanta la vista con el pretexto de evitar que nuestras miradas se cruzaran. Pobrecita, supongo que en esos momentos en su corazoncito había una gran lucha: la mal llamada lealtad, lealtad a su madre, como si yo fuera el enemigo. Entonces la tomo en brazos y le digo:
-Aquí, a mi oído, para que nadie escuche, dígame quién soy yo.
Me mira, y en voz muy bajita, como si fuese casi un susurro me dice:
- Usted es mi papito.
- Entonces, contésteme otra pregunta: ¿Usted me quiere?
- Yo lo quiero mucho mucho.
Le doy un beso en la mejilla, añadiendo:
- Ahora que volvimos a ser padre e hija vaya a jugar con su hermanita.
No se me ocurre cómo poner punto final a este recuerdo sólo decir que cuando estaba (estoy) con mis hijas era (soy) el hombre más feliz, sentimiento y sensación que a través de los años no ha menguado.

8 comentarios:

  1. Casi me has hecho llorar amigo mío.
    Estas cosas conmueven.
    Y mucho.
    Me alegro infinitamente de que a pesar de todo, las cosas estén lo mejor que pueden estar.
    Al menos eso espero.

    1 d’octubre de 2009 16:18

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  2. Hay recuerdos que jamás se olvidan porque duelen y siguen hiriendo...
    Los hijos son los únicos seres que rescatan la magia y nos devuelven la vida...

    Esta historia es por un lado, muy triste; por el otro, muy tierna.

    Abrazos.

    1 d’octubre de 2009 17:26

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  3. Me encantó la anécdota. Es precioso recordar los momentos familiares que le han dejado a uno, tanta felicidad. Me encantan tus anécdotas porque están rodeadas de gran amor hacia tus hijas. Eso es Bendición.

    Un saludo cordial

    Hasta pronto.

    1 d’octubre de 2009 20:02

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  4. Me emociono y perdi un par de lagrimas con este texto!!! un abrazo!

    1 d’octubre de 2009 20:23

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  5. Que situacion Dios mío, imagino los encontrados sentimiento que sientes, yo te puedo decir que me has despertado un cúmulo de sensaciones y que como Tecla, casi he llorado
    Un abrazo
    Stella

    2 d’octubre de 2009 17:20

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  6. Lo cierto es que yo viví como pasaba lo mismo con alguién de mi familia que su mujer le hizo lo mismo a los hijos y lo mal que se pasa.

    Me alegro que te sientas así cuando estás con tus hijas porque ésto debe ser lo mejor que hay. Saludos

    2 d’octubre de 2009 18:03

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  7. Leonel:

    No, no ha menguado sino que incluso se ve (lee), amigo, que cada ves que escribes sobre tus luciérnagas, tus textos se iluminan por el amor que te expresas hacia ellas.


    Saludos, profesor.

    Mauricio

    2 d’octubre de 2009 18:04

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  8. Ya fluyen las lágrimas de mis ojos.
    Dulces niñas.

    Ja rellisquen les llágrimes dels meus ulls.
    Dolças nenas.
    Una abraçada, Montserrat

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