viernes, 21 de enero de 2011

Riobamba

Después de mucho tiempo sin escribir en este lugar vuelvo a finalizar la historia de mi llegada al Ecuador.
Cómo había dicho, al llegar al puesto de trabajo de mi padre este no estaba. Qué haríamos? Estábamos mi madre, mis dos hermanos, mi hermana, el taxista y yo. No quedaba más que esperar... y esperamos... y esperamos... y seguimos esperando.
Pasó una hora larguísima hasta que llegó un funcionario del periódico. Una excelente persona. Cuando mi madre le explicó quiénes éramos este señor no lo dudó. Pagó de su propio bolsillo el que se le debía de al taxista y nos hizo pasar en el edificio. Al rato llegó mi padre. Imagínense la alegría de todos nosotros.
Una vez instalados en la casa que mi padre alquilaba me pidió que lo acompañara a comprar a una ferretería y, una vez en este local, fue la primera vez que un ecuatoriano me dirigió algunas palabras. La señora encargada del negocio me saludó muy amablemente para después añadir: - "Y se enseña el huambrito?" Para mí esto no era castellano. Al menos, distaba mucho el español de Chile al que estaba acostumbrado. Miré contrariado a mi padre, quién sonrió antes de traducirme:
- Te está preguntando si te acostumbras en tu nuevo país.

Así, de este modo, me fui dando cuenta que los ecuatorianos utilizan algunos verbos de manera diferente a cómo lo hacemos en Chile. En este caso, enseñar quiere decir acostumbrarse. Huambrito quiere decir jovencito, mozo. Fue toda una experiencia estos tres años en tierras ecuatorianas. Me dejó una profunda huella este bello país andino, a tal punto que Ecuador y Cataluña compiten entre ellos para tener el segundo lugar en mi corazón.
Una cosa que se me ha olvidado de decir es que la situación producida al aeropuerto y el posterior viaje a Riobamba, motivado por el hecho de no saber a que nos enfrentábamos, fue una situación muy angustiosa para mí. Hoy digo que, incluso, fue muy injusto todo. Yo sólo tenía diez años y tuve que ser el brazo derecho de mi madre.
Nadie me lo pidió pero lo asumí. Esto es lo que a veces le he comentado a mi hija María de los Ángeles. ¿Qué cosa? Al parecer los hijos primogénitos tenemos un chip incorporado que nos hace sentirnos responsables de nuestros hermanos pequeños. A ella su madre le dice, como la mía a mí me lo decía, "Sé ejemplo para tu hermana pequeña", y esto que sólo se llevan por un año, la misma diferencia que tengo con el hermano que me sigue en edad y a quien se suponía que debía cuidar.

La historia de La la la

Siempre ha habido puntos oscuros en la historia, o mejor dicho, en lo que se contó sobre el "La La La". Manolo y Ramón (El Dúo Dinámico) nos han contado de primera mano, cómo compusieron la canción que ganó Eurovisión por vez primera para España, su relación con Joan Manuel Serrat, con Massiel y las vicisitudes y anécdotas que vivieron. Aunque está contado en tono coloquial, todo es rigurosamente cierto.

Todo empieza en Galicia, en el invierno 1967-68. El dúo había ido a cumplir un contrato en una sala de fiestas en Orense, y el día que tenían que regresar a Madrid, cayó una nevada antológica. Tal como estaban las carreteras entonces, lo recomendable era quedarse allí, y esperar que estuvieran transitables. Si no hubiera nevado ese domingo, no habría existido el "La La La", porque la suerte hizo que después de jugar a las cartas con algunos de los músicos en el hotel para pasar el rato, decidieran ir a ensayar y probar de hacer algo con la guitarra, alguna canción nueva, como acostumbraban. Ramón toca, y Manolo empieza a tararear algo, salen una melodía y unas armonías interesantes y algo empieza a tomar forma. El estribillo queda decidido, y a Ramón le gusta que se quede de leit motiv "La La La". Por entonces ni sabían, ni pensaban en Eurovisión. Pero gracias a la nevada tendríamos canción para dicho festival. Al día siguiente se despeja el temporal, y vuelven a Madrid, con el tiempo justo para tomar el avión hacia Venezuela. En Caracas tenían que cumplir otro contrato. Al regresar a España, les viene a esperar su manager de entonces, José Mª Lasso de la Vega, y les cuenta que deberían intentar hacer una canción para presentar a la preselección que hacía TVE para elegir una canción que representase a España en Eurovisión. Bueno, fantástico, tenemos algunas ideas, le dijeron. Quedaron en encontrarse en Barcelona, donde el Dúo actuaba en un local de la calle Sarriá, para escuchar la canción.

Lasso de la Vega, que hay que decir que también era manager de Joan Manuel Serrat (Ramón, amigo del "Nano", se lo había recomendado y presentado hacía algunos años), aparece allí una noche con Serrat, y antes de salir a actuar, en el camerino, pide a Manolo y Ramón, que les enseñen la canción de que hablaban y que habían iniciado en Orense. El Dúo la canta, y le gusta a Joan Manuel y por supuesto a José Mª Lasso. Lasso de la Vega, hombre práctico y muy inteligente, mataba así dos pájaros de un tiro: uno de sus artistas hacía la canción, y el otro la cantaba. Entonces surge: bueno ¿Y la letra? No tiene todavía. Lasso dice "Tengo una idea: Vosotros hacéis la música, y que sea "el Nano" quien haga la letra, la cante, y la presentamos así a Televisión". Joan Manuel, y Manolo y Ramón están de acuerdo. El Dúo indica que les gustaría que el estribillo y el título conserve el "La La La" defendiendo la idea de que al no tener un texto concreto, será una canción universal, igual para franceses, ingleses, italianos o alemanes, y eso es un punto muy importante, lo justo para un festival multilinguístico. A todos les parece bien. Así quedaron las cosas. Faltarían probablemente algunas semanas para que terminase el plazo de presentación de la canción a TVE, y había tiempo. Bien, pues no tanto. Llega la semana de presentar la canción, Joan Manuel no había hecho la letra, llega el día antes, y tampoco. Manolo y Ramón, que no quieren perder esa oportunidad, empiezan a trabajar a toda prisa, y Manolo termina una letra que piensa será provisional: "Yo canto a la mañana...que ve mi juventud...". Se dijeron: "Vamos a presentarla y si TVE la elige nadie se opondrá a que Joan Manuel cambie lo que quiera de la letra o haga una nueva". Manolo y Ramón graban una maqueta con la letra que había hecho Manolo la noche anterior, y la presentan dentro del plazo.

El jurado que debía elegir la canción que representará a España, presidido por el Sr. Arthur Kaps, es unánime, y vota la canción La La La como próxima representante de España. Cuando Lasso dice a TVE que Joan Manuel estaría dispuesto a cantarla en Eurovisión, la cosa está clara. Manolo y Ramón se felicitan, a la espera de que Joan Manuel decida lo que quiere hacer con la letra. Pero a pesar de que lo intenta, la letra en castellano se le resiste a Joan Manuel, y hace, en cambio, un texto en catalán del cual ha quedado muy satisfecho. Secreto nunca aireado: La compañía de discos de Joan Manuel, Zafiro (o quizá él mismo) hacen presión ante TVE y proponen que en vez del " La La La", Joan Manuel llevase a Eurovisión una canción nueva que había compuesto titulada "El titiritero". Este cambio, hubiera sido ilegal ya que transgrediría unas normas de presentación y plazos. El Dúo se entera de la maniobra, pero no puede hacer nada. En TVE escuchan "El titiritero" , y acuerdan que no, porque aún siendo una muy buena canción, el " La La La" tiene mas posibilidades de ganar porque es mas pegadiza y mas universal. Y se trata de ganar: España necesita ganar Eurovisión, y la ocasión la pintan calva. Ya todo el mundo de acuerdo con el "La La La", llega el plazo en que se tiene que grabar la canción, Serrat no ha terminado la letra en castellano, y decide grabar la letra que había hecho el Dúo, y grabar además su versión en catalán.

Arthur Kaps ha logrado, gracias a su buen hacer que el arreglo de la canción lo haga un buen amigo suyo, Bert Kaempfert, genial autor de la música de "Strangers in the night" de Frank Sinatra. Las cosas empiezan a salir realmente bien, esto marcha. Zafiro decide ir a grabar a Italia, en Milán, donde ha grabado JMS últimamente, y allí van todos: gente de la compañía de discos, Juan Manuel Serrat, José Mª Lasso, Juan Carlos Calderón que dirigirá la grabación, y Manolo y Ramón son también invitados. Se graba el "La La La" en catalán y castellano. Todo el mundo está feliz, y muy animado, porque vamos a ir a Eurovisión con algún que otro as en la manga. Un cantante extraordinario y de gran éxito, una canción moderna y fácil, un arreglo excepcional...todo está preparado para el éxito. Faltan apenas dos semanas para el evento, y Joan Manuel empieza a hacer la promoción del "La La La" por todas las televisiones de Europa, como era costumbre, donde ya se empiezan a recoger los primeros síntomas de que es una de las favoritas del certamen de ese año.

No podía ser todo tan bonito. Mientras "el Nano" estaba de promoción, hay grupos de presión política en Catalunya (Edigsa, la compañía de discos de JMS en catalán, Banca Catalana, -¡Cielos! ¡Pujol cabalga!-) que no están conformes con que Joan Manuel, máximo representante de la música en Catalunya represente a España y lo haga en castellano. (Hay que hacer notar que JMS había ya grabado muchos álbumes en castellano, y que siempre se autodefinía como bilingüe; por tanto no tenía nada de extraño que llamado a representar a España, lo hiciera en el idioma mayoritario del país, el castellano, y lo otro era politizar el asunto, sin duda para llamar la atención internacional hacia Catalunya, en un momento muy cerca del Festival, en que ya estaba todo en marcha. Así sería mas evidente. Por otro lado, a Edigsa le interesaba que cantara en catalán porque entonces el disco que se vendería sería el suyo, no el de Zafiro, que era en castellano...). Ignoramos cómo, pero el hecho es que convencen a Joan Manuel, que estará de acuerdo con el planteamiento: o cantar en catalán o echar marcha atrás.

Ramón recuerda que ése día había ido a comer a su casa José Mª Lasso "le gustaba la sopa de cocido que hacía mi madre", antes de irse por la tarde a París para ir a ver a JMS que estaba allí promocionando la canción. Estaban viendo el Telediario, y la bomba salta. Juan Manuel Serrat ha hecho saber que no irá a Eurovisión si no es cantando el "La La La" en catalán. Evidentemente, la estatal TVE no se iba a achantar. En un comunicado oficial, el locutor, descalifica al cantante y el asunto toma un cariz sospechosamente político, que sin duda era lo que pretendían los grupos nacionalistas en Catalunya. Tenemos pues, a JMS poco menos que de refugiado político en Francia, país con antiguas resonancias de exilios, y sin duda, no elegido al azar. José Mª Lasso, no se sorprende con la noticia, puesto que ya la sabía, hasta el punto de que habría estado negociando con Edigsa (o en las oficinas de Edigsa), ésa misma mañana con alguien, sobre qué pasaría, en caso de que las cosas salieran mal y Joan Manuel no cantara en Eurovisión ni pudiera regresar a España.

Lasso pide a Ramón que le acompañe al aeropuerto, y una vez allí le pide que pase por aduana un maletín que sabe que contiene dinero, que supuestamente sería para permitir sobrevivir a JMS en su exilio, en caso de que éste se alargara. Hay que recordar que en aquel tiempo era un grave delito el sacar moneda fuera de España. Ramón piensa que debe arriesgarse por ayudar a un amigo con problemas, y no lo duda ni un segundo. Lasso se aprovecha de que Ramón goza de fama y de simpatía, y éste pide permiso a los agentes para despedir a Lasso de la Vega, sabiendo que no desconfiarán de él. Pasará la aduana tranquilamente acompañando a Lasso y llevando el peligroso maletín mientras dirige una sonrisa a los guardia civiles de turno que a buen seguro, además, desearían pedirle un autógrafo. Hasta la fecha nunca, entre ellos, entre Joan Manuel y Ramón han vuelto a comentar éste hecho. En el país, no se habla de otra cosa que de la "espantá" de Joan Manuel. Manolo y Ramón defienden que Serrat habrá tenido sus razones para hacer lo que ha hecho. Desde el primer día, se comunican cada noche con el hotel George V, donde se hospeda JMS en París, para explicarle como andan las cosas, lo que se dice en la calle y lo que pasa a nivel oficial.

Aunque TVE se rasga las vestiduras oficialmente, tiene que seguir adelante; faltan pocos días y alguien tiene que cantar el "La La La". Se barajan varios nombres, e incluso el director de TVE en aquel momento, Juan José Rosón, llama a Manolo y Ramón y les previene para que estén preparados, porque podrían ser llamados a cantar la canción en Londres. Pero la compañía Zafiro, que ya ha hecho grandes inversiones, pelea, y propone a otra artista de su misma compañía, Massiel, la cual se halla en México actuando. Se ponen en contacto con ella, y arreglan todo rápidamente. Massiel viene a España de inmediato, escucha la canción, la aprende, se adapta el arreglo de Bert Kaempfert a su tono de voz, y se graba en los Estudios Kirios de Madrid. Manolo y Ramón están allí, así como el maestro Ibarbia que dirige la orquesta. Todo queda bien, y ya nada mas resta ir a Londres.

Quito - Riobamba

Al llegar a un país extraño mi madre pensó que el mejor era llevar dólares, principalmente porque en Chile no fue posible encontrar divisas ecuatorianas.
Al salir del aeropuerto la idea era encontrar un taxi que nos llevara a Riobamba, ciudad en la cual residía mi padre, ubicada en unas cuatro horas en bus. Se presentó el primer problema ya que nadie nos quiso llevar pues sólo aceptaban dinero nacional. ¿Se puede creer? ¿Taxis de un aeropuerto internacional que no reciban dólares? ¿Es posible creer esta situación? Una joven mujer (31 años) sola en un país extraño y con el aditivo de llegar a reencontrarse con su esposo, teniendo dinero y nadie se lo aceptaba.
A lo anterior recuerden que mi madre iba con cuatro criaturas, la más pequeña de las cuales tenía sólo un año de edad (mi hermana Francia) y el más grande era yo, un niño de diez años. El plan B era, entonces, ver de qué otra manera podíamos llegar. Mi madre los ofreció las pocas joyas que traía, entre las cuales se contaba su propia sortija de matrimonio. La idea era que sirvieran de garantía pues llegando a Riobamba mi padre pagaría el valor del viaje.
Estos taxistas sólo reían, al mismo tiempo que le decían: - No insista señora, nadie la va a llevar. Mejor acuda a su consulado.
Finalmente después de mucho bregar un joven taxista se apiadó de nuestra situación. No hay que decir que el viaje fue horrible. Una carretera que serpenteaba de manera endemoniada, que pasaba en medio de cada pueblo con el cual nos topábamos, con un paisaje natural impresionante pero un paisaje humano lamentable: gente sucia y pobre como nunca habíamos visto.
Después de cuatro interminables horas llegamos a Riobamba. Nos dirigieron al periódico en el cual mi padre trabajaba y no había nadie. Qué hacer entonces?

Santiago - Quito

Hoy he tenido un arranque de egotismo y he decidido hablar de mí. Ruego me disculpen pero quiero llevarlos muy atrás en el tiempo.
Estamos en el año de 1976, mes de agosto. Debido a la mala situación económica que hubo en Chile post-golpe militar (1973) mi padre optó por buscar nuevo horizontes por ello debió tomar una gran decisión: viajar a otro país, que en el caso que nos ocupa es Ecuador. Mi padre inició su periplo en abril de 1976. Cuatro meses después viajamos nosotros cinco (madre, dos hermanos, mi hermana y yo). El viaje lo hicimos en avión.
Demás está decir que en aquellos años la computación en línea era un sueño que, de tanto en tanto, se podía leer sólo en novelas de ciencia ficción.
Mi padre no sabía de nuestra llegada. ¿Por qué? La agencia nos avisó que nuestro viaje se realizaría un día jueves, en tanto que padre nos esperaba el sábado siguiente.
Ecuador era un país muy diferente al mío. Chile es limpio, ordenado, un lugar del tercer mundo en donde las instituciones funcionan. Ecuador era todo lo contrario. Llegamos al aeropuerto de Quito, la capital ecuatoriana, y aquí comienza toda una aventura. Dramática y angustiante en mi caso, tanto que hasta el día de hoy la recuerdo en sus detalles.

22 de Marzo de 1991

El día que María de los Ángeles Muñoz Adasme, mi hermosa niñita, nació fue un día inolvidable. En realidad una noche inolvidable, me estrenaba como padre y con las mejores pretensiones de ser el mejor de los mejores. hoy no es una historia la que les tengo preparado sino un poema pero aclaro que son versos escritos esa misma noche. Lo aclaro para que se entienda toda la carga emocional que tienen. Obviamente fueron escritos en catalán y por primera vez los traduzco al castellano.

Las dos fotos que acompañan estos versos son de mi Ángeles en dos etapas importantes de su vida: la primaria y la secundaria. ¿Cierto que su belleza se mantiene?
Antes debo explicar algo: lo de madre de un dios e hija de un dios. Mi niña lleva el nombre de María por la hija mayor de Serrat, y Ángeles debido a que así se llamaba la madre de Serrat.






MARÍA DE LOS ÁNGELES

Has llegado al mundo
pero habitabas
en mi corazón...
una pequeña luciérnaga,
una flor,
una canción de primavera,
el silencio que me llena de gozo
el alma,
los tesoros
que desde ahora guardaré
con ternura...
has llegado al mundo
con el nombre que un dios
escogió
para su hija,
el nombre de la madre de un dios,
el nombre que hará
que las palabras
sean pequeños heraldos
de tus pequeños ojos...
has llegado al mundo
para llenar mi mundo
de flores,
de escarcha,
de pétalos dorados,
de frases
que ahora nacen contigo,
de silencios que escudriñan
mis días,
mis horas,
que harán que la tristeza
que hasta ahora me ha llenado
sea una pesadilla de otro
que no soy yo,
de otro que se llevará
mis afanes,
mis tristezas,
la derrota del ayer
que se queja en la calle...
Has llegado al mundo
pero ya habitabas
en mi corazón...
has llegado al mundo
con un ramo en la mano,
con un cirio azul
en los dientes,
con un manojo de versos nuevos,
con un bosque
de hojas vivas,
con un renuevo de palabras,
de plegarias,
de largas caminatas,
de tardes en el mar,
de atardeceres lejanos,
de lágrimas que menguarán
en mi corazón
tan sólo cuando piense en ti,
pequeña musa mía,
pequeña flor
que engalanarás
el otoño austral,
los rumores
de un tiempo que ahora me deja,
de un tiempo lloroso,
de un tiempo enfermo
que recobrará la salud
contigo,
sólo contigo...
una petita lluerna,
una flor,
una canción de primavera,
el silencio que me llena de gozo
el alma,
los tesoros
que desde ahora guardaré
con ternura...

Curicó, 22 de marzo de 1991

Autoestima

Lo primero decirle a mi María de los Ángeles que su correo del día de hoy me alegró el día.
Bueno, pero a lo nuestro. El título de la entrada de hoy obedece más bien a que no todo lo que legué a mi niñita, genéticamente hablando, fue positivo, ya que de lo contrario ella sería perfecta, jaja. Bromas aparte, uno de los rasgos que ella y yo compartimos es la baja autoestima.
Como me di cuenta de ello casi desde el principio de la vida de mi hija mayor y como era (es) tanto el amor que le tenía (tengo) quise que ella no pasara por los sufrimientos que tener aquello que de manera tan frívola llamamos timidez.
Como en cada una de las historias que he compartido con todos ustedes hoy no será la excepción ya que Ángeles era muy pequeñita, tan pequeñita como temerosa de hacer las cosas.
Era domingo, aún vivíamos en el número 318 de la calle Merino Jarpa, y habíamos recién llegado de hacer las compras en el supermercado. A Ángeles le fascinaba ayudarme a guardar los víveres en su correspondiente lugar. A la sazón, estábamos guardando los huevos en el refrigerador, ella estaba subida en una silla y yo le iba pasando los huevos uno a uno, entonces ella los iba colocando en su cubículo. Su madre, siempre tan aprensiva, nos había advertido ya que tuviéramos cuidado de no romper ningún huevo. Yo la tranquilizaba diciéndole que su preocupación estaba de más.
En eso estábamos cuando de repente y de manera inopinada uno de estos huevos cayó al suelo, imagínense el resultado: Ángeles se asustó y su pechito empezó a acelerar los latidos de su corazón de lo asustada que estaba. Yo la tranquilicé diciéndole que limpiando el piso todo se arreglaba. Fuimos a buscar la escoba, algunos paños y un poco de cera. Lo dejamos como si no hubiera pasado nada. El trabajo de Ángeles consistió en arrojar a la basura los papeles que ocupamos para limpiar. Con una amplia sonrisa se sacudió las manos como quien acababa de subir a la cumbre del Everest.
Pero la historia no acaba aquí. Faltaba, tal vez, lo más importante: reponer el huevo. Le puse su jersey y coloqué una moneda en su cartera. La idea era que ella pagara el huevo con el dinero que había puesto en la cartera. Llegamos al almacén, pedimos el huevo, nos entregaron la bolsa con nuestro preciado tesoro y llegados al momento de pagar mi hermosa acompañante no quiso desprenderse de su “capital”. Obligado, entonces, a pagar yo. En mi vida había pagado tanto por un simple huevo.

Exclusividad

Quiero ser sincero conmigo y decir que la historia de hoy no es precisamente "una" historia sino más bien retazos de recuerdos que de lo mismo. A medida que las líeneas de este escrito vayan apareciendo me entenderán mejor.

Comencemos, entonces:
En una de las últimas actualizaciones me comentó mi bella hija mayor, y no escribió uno sino que dos comentarios. El segundo de estos dice:
"Casi se me olvida:
¿Por qué la panxy
tiene más publicaciones
que yo?"
Mi primera reacción fue de simpatía ya que me llevó en el tiempo a un sinnúmero de ocasiones en las que el derecho de exclusividad ella lo exigía a ultranza. Recuerdo, por ejemplo, cuando tenía apenas un añito y era (todavía lo es) absolutamente bella. Poseía unos ojitos melancólicos, unas suaves pestañas, unas delicadas cejas, unos labios tan bien delineados, en fin, hermosamente bella por donde se la mire. En la oportunidad de la que estoy hablando yo la tenía en brazos, su madre a nuestro lado completaba el cuadro. Yo, mirando a mi hijita, le dije a su madre:
- Mira esos ojitos.
A lo que añadí:
- Yo sería incapaz de alguna vez decirle que no, sería imposible de mi parte.
Su madre, rió, para luego agregar:
- ¿Y cuando, dentro de algunos años, venga donde ti y te pida permiso para tener novio?
Respondí:
- Tienes razón, sí que voy a ser capaz.
Después de lo cual ambos reímos. Sin duda eran buenos tiempos en mi vida.
En otra ocasión Ángeles tenía 4 años y Panchita 2. Las llamo a ambas diciéndoles:
- Vengan mis niñitas con su papá.
Ángeles, muy seria ella, me mira fijo y dice:
- No, no, no. Yo soy su niñita, la Panchi es su chiquitita.
Y la última en este relato, mas no la última que recuerdo, estábamos en un parque los tres: padre, hija mayor e hija menor, cuando ella le dice a su hermana que le tiene que hacer caso pues para eso ella es la mayor.
Hoy Ángeles, eso es una de las cosas que más me gusta de ella, se ha transformado en la protectora de su hermana, su confidente, a pesar de que sólo se llevan un año y medio.
Las siguientes palabras son para Ángeles:
Con esta entrada ahora ambas tienen la misma cantidad de publicaciones: yo cumplí, así es que creo ser merecedor de un largo comentario, mínimo diez líneas, jaja...

domingo, 16 de enero de 2011

Mi pequeña sicóloga

Mi pequeña Panchita,

En mi corazón siempre será pequeña, una princesita como la primera vez que las tuve en mis brazos. Era dueña, desde su más tierna infancia una menuda maravilla, dueña de una personalidad desbordante, de una seguridad absoluta en sí misma.
Hoy, para todos, menos para mí, es toda una mujercita, pues para mí siempre mi chiquitita era la única capaz de reñirme y decirme las cosas por su nombre.
Ya tienes dieciocho años y has volado alto, muy alto con tus pequeñas alas de luciérnaga.
Para que el mundo se entere en Chile el ingreso a la Universidad requiere de presentarse a un proceso llamado P.S.U. (Prueba de Selección Universitaria), el consiste en básicamente de tres pruebas muy difíciles: Lenguaje, Matemáticas e Historia. Les cuento esto para que el mundo se entere que mi pequeña Panchita rindió con éxito sobresaliente estos tres exámenes lo cual significa en términos prácticos que ya es una flamante alumna de la carrera de Sicología en una de las mejores universidades del país: la Universidad Católica del Maule, o sea, que como hija a tengo una futura sicóloga. Pregunto a la audiencia que me lee: ¿Se puede entender mi regocijo?
Soy el hombre más feliz, el padre más dichoso, pues mi pequeña luciérnaga está cumpliendo lo que yo siempre esperé de ella en virtud de sus grandes habilidades: una niña respetuosa, culta y empática. Sin duda que esta nueva vidas que emprende estará colmada de éxito.
Hijita, si en algo puedo ayudar, y si está dentro de mis posibilidades puede contar conmigo.
Mi amor sigue inclaudicable, mi admiración también.

Su padre.

Ángeles y el mar

Una de las impresiones más fuertes es, sin duda, la presencia del mar en la experiencia de vida de todos los seres humanos. En el caso de mi hermosa hija María de los Ángeles no fue la excepción y debo declarar con absoluto orgullo que la primera vez que ella vio la inmensidad del Océano Pacífico en pleno fue de mi mano. Mi niñita era pequeñita, sólo tenía dos años pero ya se vislumbraba la fuerza de carácter que tendría a medida que fuese creciendo. Yo ya estaba separado y aquel fin de semana la tuve sólo para mí así es que nos fuimos de paseo, los dos solos, a la playa, específicamente Viña del Mar. Nos ubicamos en un lugar muy cerca del borde costero y colocamos la toalla y dispusimos todo lo que necesario para pasar una buena tarde. Ángeles se puso a jugar con la arena húmeda y, de tabnto en tanto, el agua de mar se recogía mojándole a intervalos sus piececitos. Ángeles se notaba molesta por este ir y venir del mar. No pudo más, la impaciencia fue superior a la paciencia, tanto que que se pone de pie y dirigiéndose al mar le dice, muy seria: - ¡No me moooje! Nuevamente el mar vino y le humedeció los pies, entonces en el momento cúlmine de su impaciencia y con gran enojo, se gira y le dice al mismísimo Océano Pacífico: - ¡Le dije que no me mojara! Así fue el primer contacto de mi niñita con el mar. No digo "encuentro" pues todo parece que fue, más bien, un desencuentro".

¿Viejo yo?

Frescura, ternura, sinceridad... creo que estos tres sustantivos definen de la mejor manera la exquisita personalidad de Panchita, mi amada hijita menor. Recuerdo una ocasión en la que estos tres conceptos se mostraron en plenitud. Panchita debía tener unos cinco años pues recién cursaba el Kindergarten. Ya no vivíamos juntos por lo que ese fin de semana recibí la visita de ella así como de Ángeles, su hermana mayor. El segundo día de la visita se realizó el siguiente diálogo: - Papá, ¿le puedo hacer una pregunta? - Todas las que quiera, mi chiquitita. - Mmmhh, ¿mañana también vamos a salir? - Lo más probable. ¿Le gustaría que saliéramos o nos aquí en casa? - Salgamos. ¿Y dónde iríamos? - Estaba pensando en que fuéramos donde mi abuelita, ya que ella no las ve desde que ustedes eran unas bebés. - ¿Abuelita suya? - Sí. ¿Por qué? - Por nada. Después de una pausa Panchita agrega: - Si es abuelita suya deber ser viejiiita. Mi impulso fue reírme por esta salida tan jocosa. Su hermana, en cambio, le dijo: - María Francisca, eso no se dice... O sea, que con apenas 31 años era un viejo gagá para mi hija menor. ¿Viejo, yo? En fin.

Mi enfermera

Ángeles era pequeñita tan pequeñita como tiernamente exquisita, un primor de hija. Como dice Serrat: "Una sonrisa rodeada de mujer(cita)".
Aquella mañana me desperté con una fuerte jaqueca producto de una semana absolutamente estresante: fin de año lectivo, lo que significaba lidiar con pruebas, apoderados desubicados y alumnos mediocres con pretensiones de salvar un año que ya estaba perdido. Eso, creo, era la razón del dolor de cabeza de aquel fin de semana.
Después de almuerzo me quedé dormido en el sofá y mi hijita se encargó de que nadie interrumpiera mi idilio con Morfeo. Si alguien hablaba algo fuerte ella se encargaba de volver todo a la normalidad. Lo hacía de la siguiente manera: miraba seriamente al causante de la molestia para luego agregar:
- Papá femo, chendo tuto. (O sea, el Papá está enfermo y está haciendo tuto (durmiendo)).
Yo, medio dormido, lo escuchaba todo con un indisimulado orgullo.
Más tarde, aquel mismo día, cuando el dolor de cabeza ya se hacía insoportable mi niñita se acercó a mí y me tomó suavemente la mano con su dulce manito y con la compasión más dulce que pueda recordar me pregunta:
- ¿Lele? (¿Duele?)
Fue tan impactante su carita, la cual denotaba absoluta preocupación por lo que estaba pasando con su padre que no me pude resistir y me levanté, salimos al jardín a jugar. No se pueden imaginar la alegría de mi niñita. Ese rostro inocentemente feliz obró el milagro: El dolor desapareció.

Defendiendo la música

Para quien me aprende a conocer lo primero que le llama la atención es mi postura ante Joan Manuel Serrat, sobre todo después de haberlo conocido en persona, tal y como ya lo relaté en su momento. Por supuesto que traté por todos los medios inculcar este gusto a mis adorables y adoradas luciérnagas. Pero aquí estuvo el problema: Panchita tenía algo que decir sobre este tema.
En una oportunidad les hice escuchar a ambas la canción "Qué bonito es Badalona" (Álbum "Mediterráneo", 1971). Le pregunté a ambas su opinión respecto a la canción. Ángeles me dijo que le había gustado, aunque lo más probable es que lo haya dicho por agradarme. Su hermanita menor, en cambio, fue muy pero muy sincera, ya que me dijo:
- Es bonita pero prefiero más "mi" música.
- ¿Y cuál es su música? -pregunté.
- La de "Cachureos".
Esto lo aclaro: "Cachureos" era un programa infantil muy popular entre los niños durante las décadas de los ochenta y noventa. Era un programa que había editado algunos discos que eran del gusto de los púberes de entonces, entre ellos mis hijas.
Sin duda, en materia musical Panchita tenía las cosas muy claras y a mí me dio una gran lección.

Un lenguaje sólo de dos


La vida de María de los Ángeles supuso para mí un salto cualitativo en mi vida: todo cambió, ella lo cambió.
Siempre existió un código, un lenguaje secreto entre dos: padre e hija, Leonel y su pequeño clon. Recuerdo que mi pequeña hijita aún estaba en el vientre de su madre cuando ya tenía reacciones que yo calificaba de mágicas. Esto se notaba, por ejemplo, cuando sentía mi voz: entonces ella levantaba su cabecita como queriendo decirme: "Papá, aquí estoy yo".
Después de nacer era lo mismo: bastaba que yo la cargara en brazos para que se tranquilizara, esto es, para que pudiera dormir sin sobresaltos. Tan sencillo como eso.
La historia que les traigo hoy va en ese sentido: el lenguaje único e irremplazable que existía entre nosotros. Un ejemplo de esto era cuando quería que la tomara en brazos.
Apenas hablaba, ya caminaba. Entonces se acercaba a mí y se colocaba de pie al lado mío sin decir una palabra, pero en su rostro se reflejaba el lenguaje al que aludo. Me refiero a que ponía su carita muy seria y el ceño bien adusto, fruncido. Cuando yo me percataba de esto le preguntaba:
- ¿Qué pasa, mi niñita?
- Toi nojá...
- ¡Huy!. No se enoje tanto. Seamos amigos mejor.
- Yaaa... - me respondía.
Entonces la alzaba y la colocaba en mis rodillas. Les aseguro que tanto para ella como para mí el mundo se detenía. Ella era, entonces, mi mundo, y yo, por mi parte, era su mundo.

Lágrimas de una pequeña luciérnaga

Panchita era pequeñita, pequeñita. Tenía apenas un año de edad y era, es y será, tal como ya lo he dicho en otras oportunidades la ternura personificada. Desde fue así, lo traía en su genética. Sin embargo, había una sola cosa que la exasperaba, la ponía de mal humor: cuando llegaba la hora de sus comidas y no habían sido satisfechos sus requerimientos al respecto. La historia que traigo desde mi memoria va en este sentido.
Estábamos de visita en casa de mis padres y yo no me encontraba en casa en aquellos momentos. Según la madre de las niñas la escena se desarrolló de la siguiente manera:
Panchita comenzó a llorar debido a que su madre no le daba el almuerzo. Ella estaba retrasada y trabajaba afanosamente por acabar la papilla que correspondería a mi hijita menor. María de los Ángeles, con sólo tres añitos, posesionada absolutamente de su rol como hermana mayor hablaba con su hermana y le decía:
- Ya, ya, Panchita. Si ya va a llegar el papá.
Panchita sólo atinaba a responder con un lastimero y tierno: Shii...
Para la Ángeles de aquellos tiempos la solución a todos sus problemas tenía mi rostro. Sin duda, una época que mi corazón recuerda con envidia.
Al llegar yo me encuentro con esa situación: Panchita llorando, su hermana mayor tomándola tiernamente de la mano y la madre afanada en la cocina. Me acerco por detrás del coche en el que Panchita se encontraba sentada de tal manera que ella me ve la cabeza pero al revés (¿se entiende?).
Al verme deja de llorar y comienza a reír. Me extiende sus brazos, la cargo y después de saludar a la madre me la llevo al jardín. Allí entre los frondosos y añosos árboles nos quedamos los tres jugando, recogiendo hojas y haciendo lo que normalmente los padres que amamos a nuestros hijos hacemos con ellos: regalonearlos.
Así de especial eran mis hijas cuando bebés: era tan fácil complacerlas. Un privilegio sin duda es ser su padre.
Hoy reafirmo esta oración. Hoy que son unas hermosas y responsables adolescentes.

¿Lealtad?


Esta breve historia la comenzaré diciendo que María de los Ángeles tenía apenas tres años. Recién me había separado y era la primera vez que nos veíamos después de nuestro primer distanciamento. Para mí fue terrible y supongo que para ella lo mismo.

Me llamó la atención que cuando jugaba con su hermana y se refería a mí lo hacía llamándome "Papá". Hasta aquí nada de extraño. Lo extraño era que cuando hablaba conmigo sólo me decía "Usted", pero aquí viene lo mágico:
En cierta oportunidad de aquella visita su hermana, que a la sazón sólo tenía unos dos añitos, me habló diciéndome "Tío". No se imaginan lo que eso me dolió. Prueba evidente de que su madre se estaba esforzando porque me olvidaran. En fin.
Ángeles corrige a su hermana diciéndole:
-No Panchita, él no es un tío.
Intervengo, y le digo:
-¿Ah, siiï? Entonces si no soy un tío, ¿qué soy de usted?
Ángeles baja la vista, se sonroja, y no levanta la vista con el pretexto de evitar que nuestras miradas se cruzaran. Pobrecita, supongo que en esos momentos en su corazoncito había una gran lucha: la mal llamada lealtad, lealtad a su madre, como si yo fuera el enemigo. Entonces la tomo en brazos y le digo:
-Aquí, a mi oído, para que nadie escuche, dígame quién soy yo.
Me mira, y en voz muy bajita, como si fuese casi un susurro me dice:
- Usted es mi papito.
- Entonces, contésteme otra pregunta: ¿Usted me quiere?
- Yo lo quiero mucho mucho.
Le doy un beso en la mejilla, añadiendo:
- Ahora que volvimos a ser padre e hija vaya a jugar con su hermanita.
No se me ocurre cómo poner punto final a este recuerdo sólo decir que cuando estaba (estoy) con mis hijas era (soy) el hombre más feliz, sentimiento y sensación que a través de los años no ha menguado.

En el estadio con Serrat

Habíamos quedado en que finalmente Sí me había comunicado con Serrat, entonces ahora quisiera compartir con ustedes en qué va acabó esta conversación.
Después que él se presentó conmigo por teléfono mi maestro me señaló que al momento de hablar él se encontraba a medio camino entre Santiago y Valparaíso, ciudad-puerto ubicada a unos 120 kilómetros de mi ciudad, y que regresaría a Santiago pronto, en unas cuantas horas pues había de hacer su único ensayo para lo que me dijo que yo fuese al Estadio Nacional (lugar del concierto) aquel mismo día a las nueve de la noche y que allí podríamos hablar.
No es necesario decir que a la hora señalada yo estaba muy puntual pero no había contado con el primer obstáculo. Al llegar al estadio y tratar de ingresar me encontré con que los guardias de la puerta no me creyeron la historia. Hice, entonces, un pequeño escándalo exigiendo que llamasen al señor Lombardi. De tal manera fue mi insistencia que lo hicieron recibiendo por toda respuesta la autorización para que me hicieran ingresar al recinto.
Después de media hora de larga y ansiosa espera entraron dos vehículos grandes, imponentes, casi lujosos diría yo. Del vehículo delantero salieron los cuatro músicos de Serrat: Josep Bardagí Freixes, jordi Clua, Enric Cannada y Josep Font, verdaderos semidioses que hacían compañía al objeto de mis sueños. Del automóvil posterior aparecieron el argentino y, Siiiii, el mismo Joan Manuel Serrat Teresa. Lo veo y corro. Me pongo frente al maestr, cara a cara, y le digo, en catalán, por supuesto:
- Señor Serrat, soy Joan Figueres Guíxols.
Sin que pasara un segundo, Serrat me toma de los hombros y me da un fuerte abrazo, al tiempo que me decía:
- Muchacho, tui caso me ha dado mucha ilusión.
Entonces me toma y me dice que lo acompañe. Dejamos boquiabiertos a los periodistas que le esperaban y conversamos unos cuarenta minutos. La verdad es que yo no terminaba de creermelo. Serrat y yo conversando. Serrat preguntándome cosas de mi vida. Serrat agradeciéndome, sí, agradeciéndome el interés por su obra y su idioma. Si soy el único beneficiado de todo esto.
Para terminar esta serie con Serrat, sólo les diré que desde entonces con Serrat el contacto ha seguido pues cada vez que viene por estas tierras chilenas me llama, tengo dos entradas aseguradas y charlamos como los mejores amigos. Un simple hombre hablando con dios, así es como lo siento. Y eso que ya han pasado veinte años.

Una llamada increíble

Había llegado el día tan deseado: Serrat ya estaba entre nosotros simples mortales.
Llegó un día jueves. Le do dos horas antes de tomar acción.
Pasaron les dos horas, pues ya estamos listos... uno... dos... tres... ¡llamemos, entonces!
Hice la primera llamada y en seguida me respondió el argentino: hice el saludo de rigor, él respondió y nada, ¡se cortó! Segundo intento: lo mismo, igual que la tercera y la cuarta llamada. A cada llamada podía hablar con Lombardi tan sólo algunos segundos, los suficientes para que éste señor se enterara que era yo el que le telefoneaba.
Después del cuarto intento hice una llamada más pero esta vez me contestó una voz más grave que la del argentino, el cual se caracterizaba por tener un tono agudo. Esta voz, que no era la del argentino, me dijo en castellano:
- Diga...
En seguida comienza el siguiente diálogo:
- Buenas tardes. -Le dije. Necesito hablar conm el señor Lombardi.
- ¿Y cuál sería el motivo?
- Lo que ocurre es que el señor Lombardi me pondrá en contacto con Joan Manuel Serrat.
- ¿Cómo se llama usted?
- Joan Figueres i Guíxols.
Entoces el hombre que estaba al otro lado del aparato me dijo en un perfecto catalán con acento barcelonés:
- Jo sóc en Joan Manuel Serrat.
No me lo acababa de creer. Sin meditarlo me puse a hablar en catalán.
Esto que parecía la cumbre del cielo todavía la vida me tenía preparada una más que agradable sorpresa.

Con el Road-Manager

Al día siguiente había llegado temprano a la oficina del Road Manager de Serrat. Resultó ser un argentino, un hombre de mediana edad, delgado, delgadísimo y que vestía de una manera juvenil. Cuando llegué a la oficina del argentino éste todavía no había llegado, pero sí lo habían hecho dos o tres personas más, las cuales, según me enteré después, eran periodistas que querían contactar al Road manager para una entrevista con Serrat.
Al llegar me presenté con la recepcionista diciéndole que era Joan Figueres i Guíxols, ella me sonrió y me dijo que el argentino todavía no había llegado. Me senté y después de media hora Lombardi llegaba, pero fue necesario esperar todavía un rato más. Entonces se siente el citófono y la mujer de la recepción al primero que hizo pasar fue al señor Figueres, es decir, a mí. Como era lógico los periodistas hicieron sentir sus protestes. Ante esto la mujer les da por toda respuesta:
"Es que el joven es amigo personal de Joan Manuel Serrat".
Aquellas palabras me hicieron sentir como si estuviera en el paraíso: Yo, un simple mortal, amigo personal de Zeus, Buda, Ahura Mazda, todos juntos en un solo nombre: Joan Manuel Serrat.
Una vez adentro del despacho de Lombardi, él me extendió la mano al tiempo que decía:
"Así que por fin te conozco".
Mi cara de extrañeza era tan obvia como evidente. El argentino tomó un sobre que tenía encima de la mesa y me lo dio. Lo recibí dándome cuenta de su contenido: cinco entradas a la mejor ubicación del día del concierto. Miré a Lombardi y le digo:
"Gracias pero yo ya tengo mis entradas para ambos días, ¿en todo caso qué le parece si le cambio estas cinco entradas por cinco minutos con Serrat?" Acto seguido le devuelvo el sobre con su valioso contenido a mi interlocutor.
El argentino me devuelve el sobre con una sonrisa en el rostro diciéndome:
"No te preocupes, uno de los encargos que tengo de parte de Serrat es concertar una entrevista entre ustedes dos."
"Entonces, -digo yo- ¿cómo lo haríamos?"
"Muy fácil, apenas tú te enteres que Serrat está en Chile me llamas a mi celular ya que yo estaré siempre al lado de Serrat en tanto no esté en el hotel o dando el concierto".
Y quedamos así. Me despedí lleno de ilusión no creyendo que estaba a punto de concretar un sueño que yo no pedí.
¿Será tan fácil esto?

sábado, 15 de enero de 2011

Nueva correspondencia


Serrat fue la figura en Chile durante aquel año de 1990. Por todos lados se anunciaba su concierto. No se presentaba en mi país desde febrero de 1973, es decir, largos diecisiete años.
Ya habían pasado unos pocos meses desde la llegada del disco que me enviaron desde Barcelona, la carátula del cual ilustra la historia del día de hoy.
Cierto día fui nuevamente a revisar mi Apartado postal y sólo había en él un sobre pero que haría historia. Me explico: era uno de esos que en Chile se denominan tamaño americano, es decir, pequeño y alargado en sentido horizontal, pero la particularidad de éste era que en su anverso llevaba impreso el logo de la productora que estaba a cargo del evento del recital de Serrat. Dentro de él había un tarjetón escrito a mano con letra imprenta y en castellano. El texto, bastante escueto decía:
“Señor Figueres:
Me llamo Joaquín Lombardi y soy el Road-Manager de J. M. Serrat. Él me encargó que me pusiera en contacto con Ud. Me puede llamar a mi móvil: 08 – 324 67 93”.

Ni que decir que lo llamé enseguida. Este señor me citó para el día siguiente en su oficina.
Y las cosas seguirían su curso normal.

Volviendo a la realidad


Después de haber enviado la carta a España ya me consideraba con la tarea cumplida. Estaba feliz. Había logrado mi propósito: aprendí catalán (que es un idioma y no un dialecto como muchos desinformados piensan) y envié la carta, que Serrat de ninguna manera leería, pero me me llevaría una sorpresa, al menos en apariencia.
Pasaron algunos meses y me encontraba de vacaciones en la playa. Tuve que viajar a Santiago a cobrar mi salario por lo que aproveché de pasar al correo a ver si tenía correspondencia en mi Apartado postal. Cual no fue mi sorpresa al ver que además de todas las cartas que allí había para mí también estaba una papeleta de Correos de Chile en donde se me indicaba que pasara al mesón pues había un paquete que me habían enviado desde España. Todo no revistiría ninguna sorpresa de no ser por el caso que yo no conocía a nadie en la madre patria. El remitente era de la ciudad de Barcelona y tanto el destinatario como el remitente estaban escritos a mano. Era un sobre grande, cuadrado, en papel grueso, de estos que se utilizan para enviar documentos.
Abro el contenido y no se imaginan mi sorpresa al comprobar, consternado, que dentro de él estaba el último disco de Serrat en catalán (Material Sensible) junto a una carta manuscrita en términos bastante conceptuosos hacia mi persona.
Durante todo el trayecto entre Santiago y mi lugar de veraneo (unos 300 kilómetros) fue un sueño. ¡Imagínense! Realmente creía que el mismísimo Joan Manuel Serrat se había tomado la molestia de no sólo enviarme un disco suyo sino que escribirme de su puño y letra.
Se me olvidaba un detalle: el disco, obviamente, venía autografiado, y decía: "Per a en Joan Figueres i Guíxols, ben cordialment".
Al pasar los días volví a la realidad: definitivamente Serrat nunca supo de mi existencia, tal vez fue su secretario personal quien quiso terminar con la molestia que significaba este serratiano de las antípodas del mundo: Le enviamos el disco y la carta y se deja de molestar.
Sí, todo había sido un sueño. El despertar fue muy doloroso, se los aseguro.

sábado, 8 de enero de 2011

Una carta emprende el vuelo


En la carta le expresaba mi más sincera gratitud y admiración, como es de suponer, además de narrarle en forma breve la razón y el trabajo que me condujo a redactar aquella carta en catalán. Me presentaba como un joven profesor, admirador de Serrat, y que, graciosamente, escribía versos en catalán bajo el seudónimo de Joan Figueres i Guíxols. Le explicaba qué significado tenía este nombre:
JOAN: Por él mismo.
FIGUERES: Por Dalí
GUÍXOLS: Me parecía un topónimo que fonéticamente iba bien para el efecto.
Además, le manifestaba mi extrañeza por el hecho de que sus discos en catalán sean tan difíciles de encontrar.
Así llena de ilusión se iban esas torpes líneas a atravesar el Atlántico, aunque yo sabía que él no la leería, antes bien, mis ilusiones irían a dormir el sueño de los inocentes en el tacho de los papeles de algun oscuro funcionario de TALLER 83, la productora de Serrat.

Aprendiendo catalán

Retomando la historia donde la dejé ayer quiero empezar diciendo que nada más entrar al Centre Catalá me pude dar cuenta que Serrat tenía, tiene y tuvo mucha razón: los catalanes no son españoles. Lo digo pues allí la primera persona que conocí fue al señor Joan Guasch i Oliver, natural de Arenys de Mar (Maresme), un caballero bajito, delgado de más de sesenta años de edad, quien llegó a tierras chilenas como refugiado de la Guerra Civil española, como él tantos otros. Por intermedio d'en Guasch me pude obtener ejemplares atrasados del matutino Avui, de las revistas El Temps y El Xiprerer, una gramática catalana y un diccionario bilingüe Catalán-español. La primera decisión fue renunciar a uno de los colegios en los que trabajaba y me puse de lleno a aprender mi nuevo idioma. Reconozco que por aquel entonces mi actitud fue poco equilibrada pero hasta el día de hoy no me arrepiento de ello. Me demoré cuatro meses, siete horas diarias en aprender el idioma literario pero quedé tan fascinado que ahora lo quería hablar pero para ello fue necesario apuntarme a las clases de catalán que daban en el mismo Centre. Quien fungía como profesora era la señora Montserrat Bru i Llop, hermana de la pintora Roser Bru. Ella, armada de mucha paciencia, respondía a mis preguntas, a la vez que estaba maravillada por la razón que me movía a aprender el idioma: el amor a uno de los hijos más preclaros de aquella bendita tierra catalana. Ella normalmente decía: "Tant debo els meus néts tinguéssin el teu amor per la nostra parla". Finalmente aprendí el catalán y ya lo podía hablar. Hice muy buenos amigos en el Centre. Ya estaba listo para escribir mi carta. Pero esta ya es una pequeña historia que será mejor dejar para mañana.

La aventura por el catalán

La idea estaba ya germinada en mi cabeza, ahora había que llevarla a cabo, nada más. Sí, a primera vista parecía sencillo pero una tarea titánica estaba por comenzar, aunque esto yo no lo sabía. Como dije en la lectura anterior, sólo tenía 23 años, lleno de ilusiones por ser un profesor novel y un corazón rebosante de admiración por este héroe de mi infancia y adolescencia. Ya estaba trabajando como profesor y me desempeñaba en dos colegios, lo que implicaba laborar entre 8:00 y 17.00 hrs. , pero estaba encantado pues estaba realizando lo que había sido para mí el sueño de toda la vida. Al momento de plantearme los pasos a seguir para empezar mi aprendizaje de catalán tuve que a la pregunta de en qué lugar podrían enseñar catalán en Chile. ¿existirían catalanes en Chile? La verdad es que mi ignorancia en el tema era abismante. Lo primero que pensé fue que al tratarse de una lengua hablada en la madre patria lo lógico sería dirigirme a la embajada española. Así lo hice pero me llevé mi primera sorpresa desagradable: no fui bien recibido, en realidad no yo sino que mi interés por el catalán. La respuesta que recibí del funcionario español que me atendió fue: "Y para qué quieres aprender a hablar eso?" Esta frase me sonó más bien a blasfemia, pues este oscuro personaje trataba como cualquier cosa la mismísima lengua en la que Serrat se expresaba cotidianamente, lo que para mí tnía un tinte cuasireligioso. El siguiente paso fue ir al Estadio Español, señera institución elitista anquilosada en medio del barrio alto de Santiago de Chile. La respuesta fue la misma: allí no estaban interesados en un imberbe sudaca que quería aprender la lengua de los catalanes. En Chile decimos que "la tercera es la vencida" y en mi caso se hizo realidad de una manera literal. Comenté mis intentos con un compañero de universidad y él me recomendó el Centre Català.
¿El Centre Català, pensé yo, acaso no es un restaurant? Yo quiero aprender un idioma, entonces ¿para qué necesito un restaurant? Como no tenía mucho qe perder fui y cuál no sería mi sorpresa al enterarme que el Centre Català sí era un restaurant, bastante elitista por lo demás, pero que también era una institución cultural que aglutinaba a la colonia catalana de mi ciudad. Éste contaba con un coro polifónico, una agrupación de empresarios, otra de profesionales y una magnífica biblioteca de textos en catalán. Sin embargo, la primera pregunta a la que me enfrenté fue: Está bonito el lugar, bastante interesante, pero ¿enseñarán el idioma a un simple profesor tercermundista?